Muchos ejecutivos talentosos y con alto
conocimiento de su negocio no son capaces de realizar el gran cambio de
transformarse de «hacedores» a «delegadores», inhibiendo así su propio
desarrollo y promoción.
La forma más segura de que un ejecutivo fracase en su
carrera es rehusarse a aprender cómo, cuándo y a quién delegar su
trabajo. Uno de los más grandes y comunes males de las empresas
tradicionales es justamente contar con ejecutivos «todistas» que nunca tienen
tiempo para culminar sus actividades: andan desfocalizados en sus prioridades
y siempre están preocupados por cada uno de los detalles que suceden
alrededor de ellos.
Mientras más alto un ejecutivo avanza en su carrera,
menos tiempo tiene para dedicarse a labores más específicas. Mientras más alto
se llega, más tiempo hay que invertir en planificar y dirigir. Las
decisiones, para que sean efectivas, tienen que ser hechas al nivel más cercano
de su ejecución.
Una de las principales razones por las que los
ejecutivos fallan es su inhabilidad para delegar correctamente. La delegación
no es más que una técnica que se puede aprender, pero requiere de mucha
práctica para ver sus beneficios. Un delegador exitoso puede duplicar, o
triplicar su productividad. Alguien que no delega suele trabajar
frenéticamente hasta altas horas de la noche, almuerza donde puede, es
subjetivo y por lo general no es efectivo.
El buen delegador tiene tiempo para trabajar y tener
una vida personal, labora de manera efectiva, desarrolla a su gente y mira
la vida con mayor objetividad. El principio clave es aprender a trabajar más
inteligentemente.
¿Cuán bien delega usted?
La siguiente lista de preguntas es representativa para entender
nuestra capacidad de delegación.
Si sus respuestas son «sí» a cuatro o más de estas
preguntas, entonces deber mejorar con rapidez su capacidad de delegación, si
quiere comenzar a ser exitoso.
1.
¿Es perfeccionista? ¿se siente orgulloso de serlo?
2.
¿Lleva trabajo a su casa con regularidad?
3.
¿Trabaja más horas que sus subordinados?
4.
¿Invierte tiempo haciendo el trabajo de otros?
5.
¿Muchas veces desea estar más tiempo con su familia?
6.
Cuando regresa a la oficina, ¿tiene muchos pendientes?
7.
¿Todavía mantiene su influencia en el trabajo que hizo antes
de su última promoción?
8.
¿Lo interrumpen muchas veces con preguntas o pedidos?
9.
¿Puede mencionar rápidamente sus tres principales objetivos
de trabajo?
10.
¿Invierte tiempo en detalles rutinarios que otros pudieran
hacer?
11.
¿Le gusta mantenerse informado de todo lo que pasa en el
trabajo?
12.
¿Se encuentra corriendo cuando se aproxima el fin del plazo
de una tarea?
13.
¿Se siente incapaz de focalizarse en las prioridades claves?
14.
¿Se siente que ha sobre trabajado?
15.
¿Es difícil para usted aceptar ideas ofrecidas por otros?
16.
¿Atrae seguidores o líderes?
17.
¿Da instrucciones extremadamente detalladas a sus
subordinados?
18.
¿Cree que los ejecutivos de más nivel deberían trabajar más?
19.
¿Hace reuniones de trabajo todos los días?
20.
¿Se preocupa porque alguno de los empleados no vino a
trabajar?
Hace muchos años asistí a un seminario
sobre la gestión eficaz del tiempo. Allí pude entender con claridad que muchos
de mis problemas de falta de tiempo se debían a la falta de delegación.
Cuando
regresé a la oficina estaba muy comprometido en efectuar algunos cambios.
Llamé a mi secretaria y listé cada ítem que tenía sobre mi escritorio desde la
semana pasada: llamadas, memos, e-mails, pedidos de reportes, documentos
a firmar, etcétera. Hice una evaluación de la importancia de cada uno de ellos
y me pregunté si podía delegarlos y los derivé a quienes podían hacer cada
trabajo.
La reacción fue en un inicio confusa para muchos.
Hubo discusiones, pero al final cada tarea fue delegada y efectivamente
manejada. Para mi sorpresa, muchas de ellas se hicieron mejor de lo que yo las
hacía.
Este evento cambió mi modo de pensar sobre mi propio
trabajo y cómo hacerlo más efectivo.
¡Delegar es el arte de obtener cosas
a través de otras personas!
¡La ineficacia en la delegación
ocasiona enormes costos a las empresa!
Por: Manuel Ponce
Un buen administrador es el que sabe delegar funciones. Sólo una corrección ortográfica profe, en la pregunta 1, Ud. Coloca "serio?" y es "serlo?". Daniel Garcia
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